Las tecnologías de la información son pro-ducidas por
poderosas industrias que las distribuyen conforme a criterios de mercado, en el
que prevalecen los intereses no de los usuarios, sino de los agentes económicos
que controlan el sector.
Desde el momento en que la información se distribuye según
los principios del mercado, esto quiere decir que la capacidad adquisitiva de
los ciudadanos determinará el acceso a ella y sus medios de difusión. De modo que
la lógica que se impone no es la de la información o la comunicación, sino la
de la ideología del capital.
Equipos, programas, contenidos, son bienes que se producen a
gran escala y distribuyen en el mercado como "culturales".
El soporte productivo de estos bienes es lo que se conoce como
industrias culturales, las cuales no son más que el desarrollo y la
especialización de otras ya existentes.
Por industrias culturales, R. Zallo define "un conjunto
de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras y distribuidoras
de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas por un trabajo creativo,
organizadas pro un capital que se valoriza y destinadas, finalmente a los
mercados de consumo, con una función de reproducción ideológica y social."
Europa, Estados Unidos y Japón explotan en régimen de
monopolio las tecnologías de la información en todo el mundo. "Industrias culturales"
de estos tres bloques controlan el 90% del total de la producción de bienes y servicios
de información y comunicación, según Ignacio Ramonet. Así, el abismo que separa
al Norte del Sur, no se disminuye con las tecnologías, más bien sucede al contrario.

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